Y ella lloraba sin consuelo, y quien pasaba la miraba, asombrado de lo que veía. Una mujer destrozada, tirada, maltratada, sola. Pero a ella no le interesaba, cansada de luchar, ya no podía más, y dejaba atras todo el esfuerzo que había hecho, sin nunca alcanzar sus sus metas. Se retiraba, si, asi lo definía ella, tiraba la toalla, se rendía, o como cualquiera quiera decirlo. Se había borrado la esperanza de su corazón, y sin consuelo, en aquel banco lloraba, harta de vivir,
harta de fallar, harta de la soledad.
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